jueves, 19 de noviembre de 2015

El papel de la participación social para empoderar a las comunidades escolares.

Por: Dra. Claudia A. Santizo Rodall[1]


La participación social en la educación forma parte de las relaciones estado-sociedad, éstas son analizadas con el enfoque de gobernanza para considerar el tipo de relación que se establece entre los actores gubernamentales y los actores sociales, en este sentido el concepto de gobernanza es más amplio que el concepto de gobierno (Kooiman, 2005).

Un componente relevante de la gobernanza es el análisis de los principios y valores que sustentan la política del Estado la cual establece su relación con la sociedad. Esto es lo que Kooiman and Jentoft (2007) llaman la meta-gobernanza. Estos principios y valores se inscriben de manera más amplia en lo que Foucalt llama las mentalidades de gobierno que se refieren al conjunto de ideas, intenciones y deseos de individuos y grupos que sustentan las decisiones de política (Ibarra, 2008: 566).

Las ideas de gobierno que actualmente sustentan la relación del estado con la sociedad fueron definidas en las reformas del Estado impulsadas en la década de 1980 en los países occidentales y en México a partir de la década de 1990. Osborne and Gaebler (1993) anotaron que la posición del gobierno sería estratégica y no operativa; es decir se debía dirigir, es decir establecer las reglas, los objetivos y monitorear su cumplimiento más que remar o que el Estado fuera responsable de llevar a cabo todas las acciones, anotaron los autores. Para delegar lo operativo se empoderaría o bien se dotaría de capacidades de decisión a las comunidades. La total separación entre lo estratégico y lo operativo tal vez tenga sentido si el problema fuera el de brindar un servicio de tipo mecánico como por ejemplo repartir la correspondencia, pero cuando está involucrada la participación de la sociedad no se puede hacer esa separación a menos que se considere a la sociedad como una extensión de la política del gobierno, en cuyo caso se estaría en presencia de la típica gobernanza centralizada y jerárquica.
En la educación, la descentralización se expresa en las propuestas de la gestión centrada en la escuela que postulan delegar capacidades de decisión a las comunidades escolares. En una interpretación limitada del término capacidad se entienden sólo facultades legales, pero en un sentido amplio comprende las habilidades y conocimientos para llevar a cabo tareas administrativas, de gestión y tareas políticas en el sentido de desarrollar relaciones sociales de confianza y colaboración. Estos dos últimos son elementos que definen al enfoque del capital social (Durston (2001:3), en donde el empoderamiento se entiende no sólo como facultades para tomar decisiones sino capacidades y habilidades de acción y decisión tanto individuales como colectivas, particularmente, de los grupos de población excluidos por su condición de desventaja, por género o pobreza. El empoderamiento tiene el objetivo de igualar las oportunidades de los actores en la sociedad para ejercer sus derechos (Durston, 2000: 33).

En la educación, el desarrollo del capital social y el empoderamiento de las escuelas plantean la necesidad de establecer políticas y programas que desarrollen esas capacidades en las comunidades escolares. Hasta ahora hemos observado programas que se dirigen por separado a directores, docentes y padres de familia, pero no se observa como prioridad el desarrollo de capacidades colectivas.

En la educación básica, por ejemplo, el Acuerdo 717 (Artículo vigésimo, 2014) reconoce el papel de los padres de familia en el proceso educativo de los niños y los jóvenes y señala que los Consejos Técnicos Escolares deben buscar una mayor vinculación con las familias de los alumnos. Sin embargo, esta colaboración no se construye de manera automática pues se necesita empoderar a los padres de familia. Para explicar este punto tomemos el caso de las tutorías o bien el acompañamiento a los alumnos. Este es un espacio natural para desarrollar la colaboración entre docentes, alumnos y padres de familia.

La tutoría se definió en la normatividad de 2011 como atención individualizada, acompañamiento cercano a los alumnos con rezago educativo o bien con aptitudes sobresalientes (SEP, Acuerdo 592, 2011), por lo que esta definición sólo considera los casos extremos. Sin embargo, los nuevos enfoques pedagógicos que privilegian el aprendizaje activo de alumnos requieren una atención más cercana a todos los alumnos. Este es un acompañamiento que no se limita a lo escolar, sino también a lo emocional, lo afectivo, lo social e incluso el ambiente familiar.

En secundaria se tienen lineamientos para realizar tutorías. El objetivo es orientar a los alumnos para construir un proyecto de vida que propicie su autoconocimiento y desarrollo personal (SEP, 2011b: 32). Sin embargo, la tutoría se proporciona al menos una hora a la semana y es de carácter grupal (SEP, 2011b: 23). Puede notarse que un espacio de una hora a la semana para atender a un grupo no es suficiente para brindar la atención individual que requieren los alumnos según los nuevos enfoques pedagógicos.

El enfoque tutoral de la política educativa es limitado en recursos y no se utiliza como medio para fortalecer la comunicación y colaboración entre docentes y padres de familia. Para ello, se necesitan reconsiderar funciones, capacitación para ser tutor y tiempos del docente para el aula y para el acompañamiento. Además, se necesita pensar en la orientación para los padres de familia. Es decir, se requiere de una política integral que dote de espacios y recursos a las comunidades escolares. Esta sería una forma de empoderar colectivamente a las comunidades escolares y de convertir en realidad a la gestión centrada en la escuela.



[1] Profesora de tiempo completo en el Departamento de Estudios Institucionales de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Cuajimalpa. Doctora en análisis de políticas públicas por la Universidad de Birmingham en el Reino Unido.

1 comentario:

  1. Efectivamente, para poder impulsar la participación de la sociedad y por ende todos y cada uno de los elementos que contribuyan a este fin, se deben destinar recursos para fortalecer las lineas de acción que se propongan; como podría ser cursos de capacitación y talleres entre otros recursos disponibles, porque hemos visto que muchos de los problemas que se presenten en las aulas son el reflejo de los que se viven a diario en los hogares.

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